Consumo de drogas en casa: qué observar, cómo hablar y adónde acudir en Chile. Consejos prácticos para padres. Solicita orientación.

En adolescentes, el consumo de sustancias es cualquier uso intencional de alcohol, cannabis, fármacos sin prescripción médica (o en dosis distintas a las prescritas), inhalantes, cigarrillos electrónicos u otras drogas para cambiar cómo se sienten, rinden o se relacionan.
No importa si es “una sola vez”, “solo los fines de semana” o “para aguantar el estudio”: si aumenta riesgos (accidentes, sexo sin protección, peleas), interfiere con el sueño, el ánimo, el colegio o los vínculos, o requiere mentir/ocultar, ya es un problema que merece un plan, no un regaño.
Viernes en la noche. Revisas la mochila “al descuido”, olfateas el polerón buscando ese rastro dulce de vape. En el chat de apoderados circula el rumor de que en los baños del colegio “se juntan”. Tu hijo te dice “tranqui, mamá, exageras”. Te vas a la cama, pero no duermes: repasas fiestas, Uber, quiénes van, a qué hora vuelve. Sientes que vigilas más de lo que educas.
Pregunta clave: ¿Quieres seguir adivinando señales o prefieres un plan claro para prevenir sin invadir?
Un domingo encuentras ojos enrojecidos y risas fáciles. “Probamos, nada grave”. Recuerdas tu adolescencia y decides no “armar show”. Las notas bajan un poco, el sueño se desordena, la irritabilidad se normaliza como “estrés”. Pasa un mes. Vuelve el olor, vuelve la explicación. Y tú sigues posponiendo la conversación difícil.
Pregunta clave: ¿Cuánto te puede costar esperar a que “se le pase” si cada semana erosiona su sueño, ánimo y rendimiento?
Restringes el dinero, el celular, las salidas. “¡Mientras vivas aquí…!” Él responde con portazos, evade, miente mejor. Tú buscas, él esconde... Una guerra de desgaste que no cambia la conducta, solo rompe el vínculo. Al final, todos exhaustos… y sin plan.
Pregunta clave: Si el control total no funcionó, ¿estás lista/o para cambiar de estrategia y recuperar los vínculos y la confianza de tu hijo?
Para el primer escenario:
Detén el piloto automático. Esa mezcla de rumores, olores fantasmas y chats de apoderados puede encender alarmas… pero no todo es señal de consumo. Respira, baja el ruido y mira el cuadro completo: lo que buscamos no es “pillar”, sino distinguir cambios sostenidos que sí ameritan pasar a la acción. Ayuda recordar que el cerebro adolescente es más vulnerable a riesgos, pero la prevención funciona mejor con datos y conversaciones breves, no con cateos ni persecución (ver guía de conversación del Child Mind Institute y enfoque preventivo de Mayo Clinic: abuso de drogas en adolescentes).
Escenario 2:
Aquí es donde más se agradece la cabeza fría: tu historia no es la de tu hijo. Cada persona responde distinto a las sustancias, el paso de “prueba” a “patrón”, puede ocurrir en silencio, por eso, esperar suele encarecer el problema. Mayo Clinic explica esta vulnerabilidad y por qué conviene intervenir temprano.
Antes de hablar, haz una pausa y prepárate: anota lo que viste (fechas, contexto, cambios en sueño/ánimo/colegio) y define un objetivo simple para la conversación: entender qué pasó y acordar una regla de seguridad hoy. Esa preparación breve baja la reactividad y mejora resultados
Cuando conversen, evita el sermón. Pide su versión, escucha sin interrumpir y valida algo concreto (“gracias por contarlo”). Luego clarifica límites y consecuencias que pueda anticipar (“si aparece alcohol o alguien fuma, me llamas y voy por ti; esta noche no hay castigo, mañana lo conversamos”). Este formato —microcharlas, reglas claras y consecuencias conocidas— aumenta la cooperación y ayuda a decir “no” en contexto social.
Después, convierte la intuición en criterios de seguimiento: durante 2–4 semanas observa sueño, irritabilidad, rendimiento y amistades; toma en serio las banderas rojas (mentiras crecientes, ocultar salidas/dinero, cambios fuertes de pares, desorden exacerbado en mochila/habitación), que MedlinePlus y otras guías listan como señales de progresión. Si aparecen o se acumulan, no esperes: agenda evaluación con un equipo experto en adolescentes y posibles comorbilidades (ánimo/ansiedad/TDAH).
Si el consumo fue cannabis, ¡evita minimizar el suceso!. En jóvenes, su uso se asocia a problemas de memoria, atención y toma de decisiones, y a reacciones adversas (pánico, desregulación), por lo que la detección temprana es clave; los padres pueden vigilar signos típicos (ojos rojos, coordinación torpe, hambre aumentada) y ajustar reglas de exposición, sugiere American Addiction Centers.
Por último, cierra el ciclo con dos acuerdos inmediatos y medibles:
Escenario 3, la casa en modo crisis
Dilo así, con voz baja: “Hoy paramos la guerra. Mañana hablamos con cabeza fría”. Esta pausa no es claudicar; es cortar el ciclo de grito–castigo–mentira y preparar una conversación eficaz (micro, con objetivo), tal como recomienda el Child Mind Institute: charlas breves, sin moralizar, con escucha real y acuerdos concretos (cómo hablar de sustancias con tu adolescente).
Esa misma noche solo chequea lo crítico: ¿está orientado? ¿respira bien? ¿alguien condujo/va a conducir? Si hay confusión marcada, vómitos persistentes, respiración dificultosa o convulsiones, debes acudir a urgencias.
Objetivo: entender lo que pasó y cambiar reglas imposibles por límites cumplibles.
Sustituye registros sorpresa por un acuerdo escrito y visible: horarios y modo de regreso, cero sustancias en casa, confirmación de padres anfitriones, y consecuencias previsibles si se incumple (p. ej., siguiente salida suspendida + conversación). La clave, dice Mayo Clinic, es coherencia: reglas pocas, claras, repetidas, y consecuencias conocidas.
Ordena el entorno: alcohol y fármacos (recetados y de venta libre) bajo llave o fuera de alcance; reduce la “oportunidad” de consumo en casa. Esto es simple y efectivo. Si necesitas verificar sobriedad para una actividad de riesgo (conducir), acuerda de antemano cómo se hará (p. ej., no se conduce si hubo consumo; alternativa de transporte).
Si ves un patrón —mentiras crecientes, deterioro en sueño/ánimo/rendimiento, cambios bruscos de amistades, desorden en su pieza— no te quedes en modo sanción: deriva a un equipo con experiencia en adolescentes y comorbilidad (ansiedad, ánimo, TDAH). Intervenir temprano mejora el pronóstico y corta la escalada.
Menos bronca, más métrica: anota sueño, asistencia, cumplimiento de acuerdos y episodios de riesgo. Refuerza lo que sí mejora (cumplió horario, pidió ayuda, eligió transporte seguro). Este “pequeño tablero” convierte el caos en decisiones y es coherente con el enfoque de hábitos y conversaciones periódicas que muchos estudios promueven.
Idea central para ti: cuando el control total falló, el siguiente paso no es “más control”, sino mejor control: seguridad primero, conversaciones cortas, dos límites innegociables, consecuencias previsibles y ayuda profesional si hay patrón. Todo lo demás —el vínculo, el colegio, la calma en casa— empieza a alinearse desde ahí.
En Mente a Mente trabajamos con adolescentes y sus familias desde un enfoque multidisciplinario y coordinado (psicología adolescentes, psiquiatría adolescente, psicología apoyo padres, evaluaciones, entre otros.
Si te identificaste con alguno de los tres escenarios, podemos evaluar en pocos días, acordar reglas realistas en casa, y coordinar con el colegio un plan de 30 días con seguimiento claro. Atención confidencial, centrada en la seguridad y la continuidad escolar.
Conversemos hoy y armemos juntos el plan que tu hijo necesita.
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